La PlataSociedad

Abusos en el Próvolo: declara en la Ciudad una de las víctimas

Un hombre que sufrió maltrato físico y fue abusado sexualmente por sacerdotes del Instituto Próvolo platense declarará mañana ante la Fiscalía de Trata de Personas y Pedofilia, informaron hoy fuentes de la investigación.

Se trata de Daniel Sgardelis, un hombre de 42 años que vive en Salta pero pasó su infancia y adolescencia en ese Instituto, donde denunció que sufrió golpizas y abusos de parte de sacerdotes, entre ellos Nicolás Corradi, el cura de 82 años preso en Mendoza tras descubrirse los abusos que sufrían los sordomudos alojados en el Próvolo de esa provincia.

Sgardelis confirmó su viaje en las próximas horas a la Ciudad y reconoció «sentirse nervioso» por «romper el silencio» y tener que relatar lo sufrido hace 28 años.

«Una historia horrible que me arruinó», reconoció ante esta agencia el hombre, que ya aportó información al fiscal Fernando Cartasegna meses atrás al declarar bajo la modalidad de videoconferencia y que mañana lo hará en persona.

La fiscalía asumió el año pasado la investigación de posibles víctimas de abuso sexual en ese Instituto para chicos sordos e hipoacúsicos tras tomar conocimiento de que los sacerdotes detenidos en Mendoza, Horacio Corbacho y Nicolás Corradi, se habían desempeñado también en el establecimiento platense.

Corbacho cumplió funciones en el Próvolo y el colegio Nuestra Señora de la Merced de esa ciudad hasta febrero último, mientras que Corradi trabajó también en el Próvolo en la década del 90.

La fiscalía especializada cuenta con un equipo de abogados y psicólogos intérpretes en lenguas de señas que contienen y posibilitan a la víctima contar su historia, señalaron.

Una fuente de la investigación precisó que los testimonios de víctimas recepcionados hasta el momento «permiten trazar la hipótesis de que existía un plan de selección de víctimas, ya que había estrategias para captarlas según su edad y vulnerabilidad».

«A los más chiquitos los captaban en el baño, y utilizaban alumnos mayores para introducirlos entre los medianos para que los manosearan y así saber quiénes podían ser más vulnerables al abuso. En tanto, aquellos que eran resistentes sufrían terribles malos tratos y extrema violencia», detallaron.

La mayoría de las víctimas eran internos del Instituto, veían a sus familias de manera esporádica y no contaban sus padecimientos «por miedo a represalias físicas y sometimiento psicológico», completaron.